Acabas de dar la última puntada a ese manuscrito. Lo miras, tan bonito en su procesador de texto. Es tuyo, lo has parido tú. Te has pasado los últimos meses venga darle a la tecla y por fin lo has conseguido. No ha sido un camino fácil, ¿verdad? El primer borrador era una basura, luego llegaron las correcciones y después de meses de correcciones y reescritura lo has terminado. Está listo para enviar. ¿Qué es eso? Un ligero temblor en la mano, una sombra de duda cruza por tu rostro… Estás vendido, te acaba de entrar el tembleque: la ansiedad del escritor.
Da igual que sea tu primera o tu quinta novela. Está ahí. Te acecha.
A mí me sigue pasando. Cada vez que termino de escribir algo me entra el tembleque. No importa que escribas 60.000 palabras al mes, mes tras mes —lo que te convertiría en el Marathon man de la escritura—, la ansiedad del escritor seguirá estando ahí. Forma parte de nuestro ADN. Cada vez que terminamos de escribir algo nos sentimos inseguros.
Por lo que yo sé, todos los autores sufrimos este tipo de inseguridades. Si no te sientes identificado con este artículo puede que pasen dos cosas: que seas un sociópata o que seas un genio. Como no creo en lo segundo, así que lo más seguro es que necesites ayuda urgente. No te preocupes; hay médicos excelentes ahí fuera, solo tienes que pedir ayuda.
Si como yo, lo de escribir se ha convertido en algo completamente necesario, hay algunas cosas que pueden ayudarte a superar esa ansiedad del escritor. Como dice Robert Maurer en El Método Kaizen, tienes que rodear la parte reptil de tu cerebro para no despertar el miedo.
Superar la ansiedad del escritor
1. Admite que das asco
De esto ya te he hablado en este blog. Te dije que eres un mal escritor y por si se te olvidaba, mi colega Rafa de la Rosa, te lo repetía y te decía que eres un escritor de mierda.
Si con todo esto todavía crees que no, que tú eres la hostia y escribes como los ángeles, piensa en esto: hasta Chuck Palahniuk da asco y tú no eres mejor que él —ni de coña, vamos—.
Lo mismo que yo. Que soy un mal escritor. Seguramente soy peor que la mayoría de vosotros. Soy tan mal escritor que no sé ni por qué me molesto en seguir escribiendo.
Cualquier escritor piensa que sus textos son una mierda. Cada vez que te sientas frente al procesador de texto en blanco, te entra el canguelo y piensas que todo lo que escribes es una mierda. Para algunos solo será un momento, un pestañeo, antes de ponerse a teclear como locos. Para otros puede que pasen meses antes de poder recuperarse.
Dar asco es el peor de los bloqueos. No importa la parte del proceso en la que te encuentres. Las dudas te pueden asaltar cuando llevas 20.000 palabras o cuando estás empezando a dar forma a tu idea. Siempre tendrás un duende cabrón que te susurrará: «eso es una mierda, colega».

Das asco, no hay más.
¿Quieres saber cuál es el truco? Superarlo y aprender a vivir con ello. Pasar de tu audiencia. Claro que quiero que me lean y compren mis libros, sin embargo, no escribo para ellos. Tienes que aprender a superar a tus lectores —pasa de ellos, si ni siquiera los conoces—, escribe esa novela para ti. Escribe porque te divierte, te apasiona o porque te quieres demostrar que puedes hacer lo que sea.
Si a la gente le gusta y te leen, pues bien. Y si no les gusta, que les den. Escribe otra y a ver qué pasa.
Cuando esta fase te supere —algo que suele suceder cuando lees ciertos artículos en los que se practican felaciones a pelo a ciertos escritores así por las buenas— piensa en que Lovecraft, al que hoy señalan como el REVOLUCIONARIO DEL TERROR, fue denostado en su época. Nadie lo leía, nadie lo conocía, escribía para una revista y nunca fue nadie. En vida, Lovecraft no supo cómo sobreponerse a sus lectores y por eso tuvo grandes épocas de bloqueo, necesitaba reconocimiento y al no obtenerlo entraba en depresiones que lo mantenían alejado de la escritura durante años.
Con esto, pretendo decirte claramente que los lectores no tienen criterio ninguno. Así que olvídate de los lectores, de los reseñadores y de los críticos. Que les den por el culo. Tú escribe para ti y deja a los demás.
2. Escribe otra cosa
A mí me encanta escribir artículos para mi blog —es una las cosas que más disfruto—, me gusta escribir columnas y tengo muchas ganas de escribir un libro de no ficción sobre crímenes —otro tema que me apasiona—. Cuando dejo mis textos literarios y me pongo con otras cosas, mi cabeza descansa. Si te digo la verdad, noto la descompresión, me baja le temperatura corporal unos 5º.
Me divierte mucho escribir columnas y artículos. Incluso las reseñas me divierten —y además me regalan libros, así que es un win/win—. Las columnas y los artículos me relajan, no tengo esa presión de pensar en el argumento y en los personajes. Además no tengo que estar pendiente de cada coma, ni me toca pasarme meses revisando y cargándome 5.000 palabras para que la historia no se me vaya de las manos.
Si no tienes blog también puedes optar por los microrrelatos. Cris Mandarica y Esther Magar lo hacen de maravilla en Twitter —y también en sus blogs—. Juega con 50 o con 140 palabras. Intenta cosas diferentes.
Si estás empezando olvídate de escribir una novela, es imposible. Es como intentar ganar el GP de Mónaco el mismo día que te dan el carnet de conducir. Empieza por relatos, aprende las técnicas, coge músculo y nunca pierdas tu objetivo de vista.
Recuerda: El ojo del tigre.
3. Espabila y haz algo
Si te pasas todo el día delante del ordenador sin hacer nada, no vas a tener nada que contar. Ya, ya, eres Mondonguer, el héroe del que todo el mundo habla en Azeroth… En serio, levántate de la silla y haz otras cosas.
Los que tengan familia y trabajos fuera de casa lo tienen más fácil. Siempre hay millones de cosas que hacer: barrer, limpiar el escritorio, salir a pasear, salir a beber con lo amigotes… Si quieres mantener tu mente activa, tienes que mantener también tu cuerpo activo.
Si lo tuyo es pasarte media hora mirando la pantalla en blanco, cerrar Word y meterte en Twitter o en World of Warcraft hasta que el cuerpo aguante… hay muchas posibilidades de que las neuronas se te oxiden.
¡Ojo! Tampoco te pases. Salir y hacer otras cosas puede convertirse en la excusa perfecta para procrastinar y eso no es lo que queremos, ¿verdad? No te despistes, mantén el foco.
De nuevo, recuerda: El ojo del tigre.
4. Escribe todos los días… más o menos
El año pasado después de terminar mi segunda novela —La Carne y la Sangre— me encerré en mi trabajo y dejé de escribir. Apenas terminé un par de relatos en más de siete meses. Cuánto más tiempo pasaba sin escribir, menos ganas tenía. Empecé muchas cosas y todas quedaron a medias, olvidadas en el disco duro.
Cuando hace un par de meses me senté a escribir, estaba oxidado, me costaba horrores sacar las palabras.
Por suerte esto me ha enseñado algo muy valioso: Nunca te pares. Es como buscar trabajo; si te no te mantienes activo, si no te mueves, te paras. Y cuando te paras, se acaba todo, las arenas movedizas se te tragarán.
Parar es muy fácil. Decir que estás muy liado, que no tienes tiempo para escribir es muy sencillo, además te reconforta. Te gusta mentirte y lo sabes. Y no te digo que no estés liado, claro que lo estás y algunas veces será realmente imposible escribir. Pero otras…
Todo eso que te mantiene alejado de la escritura se acabará por convertir en un hábito. Te resultará mucho más fácil dejarte llevar y, al final, lo dejarás para siempre. Con el tiempo la fuente de las ideas se secará.
Yo también tengo muchos días en los que no me apetece escribir. Pero he logrado vencer mi vena vaga. En primer lugar cree el grupo de Facebook para escribir 500 palabras al día —aunque hace tiempo que no me paso, sigo escribiendo, chicos—. Habrá días en los que no tendrás ganas o tiempo de escribir. También tengo una solución para eso: abre lo que estuvieras escribiendo y lee un poco, haz un par de cambios en el borrador. Guarda y vete a hacer lo que te dé la gana.
Te parecerá una gilipollez, pero a mí me sirve. Me mantiene en el modo escritura, incluso cuando no tengo ganas de escribir. Muchos días, después de batallar con ediciones, correcciones y artículos, no tengo ganas de escribir, pero antes de sentarme a leer, abro mi manuscrito y le hago algunos cambios. Algunas veces escribo 50 palabras, otras acabo añadiendo 2500.
A mí me funciona.
5. Repite conmigo: A nadie le importa una mierda lo que hagas
Filosóficamente soy nihilista —¡vaya sorpresa!—. Tú que me lees ya lo debes saber. Tengo una inclinación natural a que me importe todo una mierda y pienso que en este mundo nada importa realmente. Y como nada importa, tienes carta blanca para hacer lo que te salga de las pelotas —¡jajá!—.

Yo soy nihilista
Puedes hacer lo que quieras con tu vida, hasta puedes decidir morirte de hambre siendo artista. El tema es que a nadie le importa que seas artista o tragasables. Bueno, seguro que tu mamá, tu abuela y tu novio creen que eres el mejor artista vivo. Pero para el resto del mundo no existes.
Esta forma de pensamiento puede llevarte a amargarte la existencia. Lo que te llevará a bloquearte y a culpar al universo —la amargura conduce al bloqueo, el bloqueo al miedo y el miedo el camino al lado oscuro es—. Hay una cita de Werner Herzog que va muy bien con todo esto:
Deja de compadecerte. El mundo no tiene la culpa de que hayas decidido ser artista. Al universo no tienen que gustarle tus películas y el mundo no tiene que pagarte los sueños. A nadie le importan tus miserias. Deja de compadecerte y ponte a trabajar.
A nadie le importa lo que haces. Es tu trabajo hacer que les importe. Resumiendo, si quieres escribir una novela más te vale ser optimista. Sí, sí… La mayoría de nosotros no lo somos y es muy jodido mantenerse optimista cuando estás en mitad de un manuscrito y te entran los sudores de la muerte.
Pero tienes que superarlo. Incluso si no le importa a nadie. Tienes que dejar de quejarte y salir adelante.
Bueno… Estas son las cosas que me funcionan a mí —que a estas alturas ya habrás visto que soy bastante especialito—. He logrado superar un año de sequía. He superado el bloqueo, el estar quemado… Estoy con la última revisión de la que espero será mi próxima novela y estoy metido en otro manuscrito con 70.000 palabras escritas.
Al final, no te queda otra que amar lo que escribes, creer en lo que haces y rezar para no ser el único que lo haga.
De nuevo me da otro de esos escalofríos «sincrónicos» cuando te leo. La semana pasada terminaba un artículo en el que también hablaba de cómo Lovecraft, en vida, no se comió un colín…
El síndrome del impostor, ese «trastonno». Mientras escribo nunca sé si lo que estoy haciendo es una genialidad o una mierda como la copa de un pino, pero creo que es lógico, puesto que es algo que sale de tu cabeza al mundo real, y hasta que no lo contrastes con otra persona te es imposible juzgarlo, así que mi truco es no juzgarlo.
Y en mi caso, como a veces escribo sobre fenómenos paranormales, es mucho peor.
Es como pegarle patadas a un avispero, cuando salga esperas que mucha gente te tache de loco o de mentiroso, o temes a que haya algún fallo en tu proceso de documentación que te granjee críticas. Hay mucha gente que se ofende por el mero hecho de que se traten estos temas, y son bastante belicosos.
Escríbelo y ya está, y luego dáselo a leer a un grupo de lectores reducido, pero que sean más o menos objetivos, y adviérteles que quieres que lo sean, y con lo que te aporten intenta hacer los cambios que sean necesarios.
Y aprende a pasar de las críticas malintencionadas, porque hay gente que solo va a joder al prójimo.
Por cierto que la imagen de cabecera ha quedado muy propia.
Compartiré en redes.
Un abrazo.
La imagen de cabecera estaba estudiada, ya tu sabe’
El síndrome del impostor me ha tenido paralizado más de un año a mí. Después de las dos primeras novelas cada vez que me sentaba a escribir se me acartonaban los dedos y tenía que salir por patas. Por fin lo he superado, pero te tengo que decir que las redes sociales son horrendas para superar estas cosas, tener esa ventana abierta ahí, te obliga a compararte con otros y eso, irremediablemente, te conduce a sentir una especie de sensación de derrota extraña.
Pero bueno, al final, tenemos mecanismos para salir de estos bucles raros en los que entramos a veces.
En fin, como siempre andamos sincronizados! Si es que somos unos cracks, coño
¿Quién no tiene la ansiedad del escritor? Creo que todo el que escribe y se decide a publicar pasa por ella. Por cierto, gracias por esas dos menciones, siempre es un lujo verme por aquí 🙂 Biquiños!
De nada, me encanta tener correteando por aquí, ya lo sabes 😉
Todos pasamos por esa tensión, es normal tener ansiedad a la hora de escribir y sobre todo, cuando terminamos y nos enfrentamos a ese dichoso qué dirán. Pero bueno, como puedes ver, yo tengo mis técnicas 😛
Es como si me leyeras la mente! XD
Sería un nuevo súper poder! :O
Yo estoy terminando mi segunda novela y entro en pánico porque estoy un paso más cerca de darla a conocer. Estoy convencido de que solo hay dos posibilidades: que guste o que me encierren en un hospital psiquiátrico donde Jessica Lange me dará mi dosis diaria de electroshocks…
Oye, a mí me encantaría tener a Jessica Lange de cuidadora… Por siniestros que puedan ser los resultados. 😛
Muy bueno (te importe o no, jajaja). Difiero en dos puntos contigo. Uno: no cuento las palabras que escribo, y así no me someto a presiones bulímicodigitales. Solo lo he hecho al enviar un relato a concurso, por exigencias del guionista. Y dos: ni siquiera mi familia cree que escriba bien. Guardan todos un prudente y sospechoso silencio…
Sigamos, pues. Un saludo cómplice.
Hola, Marga!
Yo no solía contar las palabras, de hecho cuando escribo sigo sin hacerlo, pero aunque no lo creas es una forma de escribir más. Si el flujo está guay no hay problema, pero cuando la cosa se estanca, esa obligación marca la diferencia.
Sobre el segundo punto… A mí me pasa lo mismo, creo que mi familia no ha leído nada de lo que he escrito…
Un saludo —guiño,guiño—.
Me tienes enganchadito. ¡Bravo!
Gracias, Jesús, majo 😀
Por cierto, estoy participando en tu sorteo… no quiero hacer trapicheos y tal… pero… ya sabes… :p
Tío, cómo me identifico con tus artículos. En este concreto lo has clavado.
Me ha gustado especialmente cuando mencionas que leer tu borrador y hacer un par de cambios antes de guardar y ponerte a hacer otra cosa también es escribir. No puedo estar más de acuerdo. Es escribir porque te deja con la conciencia tranquila, y además, superimportante, porque mantienes el cerebro en constante actividad creativa.
Enhorabuena, Jaume. Un texto fantástico (aunque te importe una puta mierda mi opinión ^^).
Hola, Luis!
Leer el borrador y hacer un par de cambios es escribir —al menos es lo que me tengo que repetir, cuando después de ocho horas escribiendo artículos estoy agotado y solo quiero salir y tomarme una cerveza—. Para mí ha sido una forma excelente de mantenerme en funcionamiento cuando ando bajo de energía creativa. Ya te digo que muchas veces nos dejamos esclavizar por el conteo de palabras, hay que ser un poco más libre; da igual que escribas diez o diez mil, lo importante es escribir.
Muchas gracias, me encanta que te sientas identificado, porque al menos sé que no soy el único que pasa por estas cosas 😀
Un saludo!
¡Y dale con lo de dar asco o ser un escritor de mierda! A ver si cambiamos el disco ya. 😉 Mi experiencia con el síndrome del impostor (y qué bien que me conozco al muy bastardo): es simple, escribe. Reescribe un poco, corta y pule; todo eso está muy bien, pero hay que saber cuando es el momento de acabar con un texto.
Hace unos años, cuando era más joven e inexperto, colgaba cada pequeña cosa que escribía de una novela en curso a mi facebook privado para que comentara quien quisiera de mis amigos y conocidos. Y dejad que os diga una cosa: fue un gran error.
Los lectores se centraban en minucias y siempre había algo que a alguien no le gustaba. Así que prácticamente lo que hacía era reescribir una y otra vez las páginas iniciales. Un método excelente para no escribir nunca una novela. Había cambiado mi duende cabrón (mis propias dudas) por varios de ellos.
Moraleja: no hagas caso a las dudas sean propias o ajenas.
En un artículo tuyo, Jaume, dijiste que publicar el libro era como buscar un trabajo. Pues bien, la escritura de un manuscrito es como hacer deporte. No se avanza repitiendo lo mismo una y otra vez, hay que superar límites.
Hay que escribir historias y acabarlas. La perfección es el espejismo en el desierto: crees que es deliciosa agua pero antes de darte cuenta de que no estás bebiendo estarás muerto y con la boca llena de arena.
Así que mi provocación es no ser provocador: si damos asco como escritores o somos geniales es irrelevante. Lo importante es escribir y, más específicamente, acabar lo que escribimos.
A mí me ha pasado lo exactamente eso durante mucho tiempo. He reescrito tantas veces los mismos manuscritos que se han quedado muertos y abandonados en mi ordenador… esperando a una última reescritura. Encontrar ese último punto es complejo y yo tengo un problema muy grave con el tema del perfeccionismo, sé que es imposible y que cuando una historia está completa, lo está y punto. Sin embargo, no puedo dejarlo, es superior a mí… siempre tengo que darle una última revisión… Y eso es la muerte de la creatividad, se me agota la energía revisando una y otra vez los mismos manuscritos.
El artículo que dices es de Cris Mandarica. En los comentarios yo dije que no estaba del todo de acuerdo con eso, la verdad es que creo que escribir y buscar trabajo son cosas muy diferentes. Aunque, Cris en realidad no habla sobre escribir, sino sobre publicar, pues el artículo se centra al 100% en cómo enfrentarte a una editorial como si fuera una entrevista de trabajo, con tu manuscrito como CV. Como te dijo, Dan, yo no estaba del todo de acuerdo con ese artículo, pues por muy bueno que sea tu historia, la publicación depende de muchas cosas, empezando por la persona que te lea; puede que lo envíes hoy y no lo acepten, puede que lo hagas tres meses después y sí lo hagan.
No creo que haya ninguna provocación en decir que somos malos escritores; de hecho es el pensamiento «general». No creo que decir que tenemos que mejorar sea provocar a nadie. Y si lo es, me la suda bastante, es lo que hay y a quién no le guste que apriete.
Hola Jaume. He llegado hasta aquí por mediación de David Rubio, en cuyo blog «Relatos en su tinta» hablaba de ti y de tus entradas rebozadas de consejos para el escritor novel.
Habiendo leído esta, debo decirte que me has devuelto un poco (solo un poco, lo lamento) la confianza en mi, como autor de relatos.
El blog «Retales de una vida», en el cual publico mis historias de ficción, ha recibido muchos elogios por parte de los (escasos seguidores). Impulsado, pues, por un momento de euforia de mi habitualmente indeciso y asustadizo ego, di el paso de auto-publicar una recopilación de relatos cortos, anunciándolo a bombo y platillo (no sin cierto reparo) por todos los medios a mi alcance. Después de tres meses de haberlo publicado (en papel y en formato electrónico) en Amazon, solo he logrado atraer la atención de 26 compradores, de los que solo tres se han atrevido a dejar un comentario elogioso en la mencionada plataforma.
Debo confesar mi gran decepción, pues, si bien no esperaba llegar a ser un super-ventas, sí confiaba en tener un público lector mucho mayor. Solo con que todos mis seguidores del blog y la mitad de mis «amistades» de Facebook compraran un ejemplar de mi libro, ya me hubiera dado son un canto en los dientes.
Pero tras mi decepción inicial, he decidido prescindir de ese «fracaso» y seguir -de lo contrario, mi mujer, mi mayor fan, no me lo perdonaría- con lo que más me gusta: escribir, independientemente de la opinión de los demás. Puede parecer un acto de despacho o una excusa, como la fábula de la zorra y las uvas, pero creo que es lo mejor que puedo hacer. Pero, aun así, debo admitir que ello me ha hecho tomar otra decisión: no volver a publicar. Sé que eso es como tirar la toalla pero a mi edad (66 tacos) mi futuro literario me importa un comino y, por lo tanto, esta decisión no tiene nada de dramático para mí y mucho menos para mis «admiradores».
Lo dicho, me alegro de haber venido hasta aquí para leer tus interesantísimas reflexiones y siento si mi comentario ha resultado demasiado largo y pesaroso.
Un saludo.
Hola, Josep
Un placer tenerte por aquí y un placer leerte. Muchas gracias por tu comentario —que de ninguna manera es largo o pesaroso—.
Me sabe muy mal ver que de alguna forma has tirado la toalla con lo de publicar, no creo que sea tarde —los años son muescas en la culata de tu revólver, nada más—, no creo que nunca sea tarde. Si es lo que te gusta, ¿que importa tener 10 o 70 años? Entiendo que es un trabajo —aunque muchos no lo entiendan—, que es un esfuerzo y que casi nunca es agradecido, pero no hay que bajar los brazos. Siempre hay segundas posibilidades y terceras y cuartas.
Mi primera experiencia como autopublicado fue peor que la tuya, yo creo que vendí cuatro libros… Fue culpa mía, claro, porque lo hice todo mal. También me frustré bastante, hasta que me di cuenta de que podía hacerlo mejor, pero tenía que aprender. Ese suele ser siempre el GRAN truco en todo. Aprender. Yo quise correr antes de andar y me di de morros contra la realidad.
En lugar de tratar de repetir lo mismo o de dejarlo me propuse aprender a hacer las cosas bien. Y lo hice solo, como Juan Palomo, en una época en la que estaba sin trabajo y sin ninguna expectativa de encontrarlo —de hecho me tiré 5 años sin trabajar—. Estaba machadísimo, tanto moral como económicamente, pero me propuse salir adelante y, al final, fue la escritura la que me procuró el primer trabajo después de tantos años…
Bueno, no sé si todo esto te sirve para algo, pero quiero decirte que no hay que tirar la toalla.
Me alegra saber que, aunque no quieras publicar ya, no hayas dejado de escribir. Esa es la mejor señal de que te gusta lo que haces y que amas escribir. La literatura suele ser una amante desagradecida, quedarse en esto por amor al arte es una de las cosas más nobles que se pueden hacer. Me tengo que quitar el sombrero, amic.
Bueno, lo dicho, encantado de tenerte por aquí. Gracias por leer y comentar.
Un abrazo!
Hace mucho que no te dejo comentarios por aquí pero este tipo de posts me enganchan a tope. Yo me dedico a «otras artes» y conozco muy bien la frustración que se puede llegar a sentir cuando te dejas la vida en algo y recibes una mierda (o una ostia). Pero también he mantenido siempre la actitud de seguir adelante y no rendirme nunca, aunque no siempre ha sido fácil. Entiendo que cuando dices que eres un mal escritor lo haces con cierta ironía y por tomarlo con humor (si no es así te pegaré :-P), pero llevas razón en muchas cosas. No debemos creernos genios, evidentemente, pero tampoco debemos machacarnos hasta el extremo de demotivarnos. Siempre te he dicho una cosa: cuando haces algo con empeño, disciplina, respeto y afán de aprender y mejorar, llegará un momento en el que lo hagas bien por narices. Más pronto o más tarde, mejor o peor, pero lo harás bien.
Me he sentido identificada tanto con el artículo como con muchos comentarios, y me gustaría animar a todos a que sigáis haciendo lo que os gusta. Y pasad de las frases rollo «tú puedes» o «no te rindas» y de las fórmulas mágicas: la única forma de llegar a algo es currando, currando más y currando mejor.
Pues sí, aquí no existen las fórmulas mágicas, si quieres algo tienes que trabajar, trabajar y trabajar más. Las frases esas de póster motivacional no sirven para nada, pero bueno, supongo que hay personas que necesitan esa palmadita en la espalda del tipo: «no te rindas».
El arte es poco agradecido, tú lo sabes muy bien, la música igual que esto, es jodida. No nos regalan nada y si nos regalan algo son siempre reproches y críticas —muchas veces desde la envidia más cochina—. Pero es lo que hemos decidido hacer, así que tampoco podemos quejarnos demasiado.
En fin, como siempre es un placer tenerte por aquí.
PD: Sí, me tienes muy abandonado últimamente 😛
Muy buenos los artículos. Entretenidos y motivadortes.